Después de disfrutar de verlo y escucharlo caer, ninguno de los tres pudimos resistirnos a recoger un poco y meterlo en casa para jugar y experimentar con él.
No puedo decir quien se lo pasó mejor con esta actividad o quien descubrió más cosas nuevas. Los tres disfrutamos de un ratito muy agradable y lleno de sensaciones. A la Peque jugar con esos granitos de hielo, ver como se pegaban entre sí y como se derretían, le encantó. Además Papi nos contó como se formaban esos granos de agua helada (el ciclo del agua) y, aunque aun no ha cumplido los dos años, estuvo muy interesada en la historia. Me fascina verla mirando atentamente a la cara de quien le esta explicando algo, con esos hermosos ojos fijos y su pequeña boca entreabierta. Atenta, tan atenta como un adulto. Es genial.
Confieso que yo también lo hice, pero a escondidas, por lo que pudiese pensar Papi... Y es que ¿cuantas cosas nos quedamos sin hacer por el miedo al que dirán?. Deberíamos permitir que ese niño que llevamos dentro no este reprimido constantemente. La vida sería mucho más alegre si alguna vez nos dejásemos llevar por esos impulsos de descubrir, experimentar y divertirnos.
Mami.
Mami.
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