Celeste.

Disfruto cada segundo vida mía de tenerte en mi pecho, latiendo juntas al compás de los días que nos desplazan a presentes nuevos. Embriagada aún por tu manera de llegar a mi, directa, clara, natural.  Tu alma traspasa tus ojos y se deja ver lúcida e inocente. El brillo de tu mirada me levanta la sonrisa cada vez que estás despierta. Eres tan magnífica que me emborrachas de AMOR al olerte, al sentirte, al mirarte. ¿Cómo dejar de llevarte pegada a mi ser?, no puedo aún desprenderme de esta conexión. Mi sentir es tan fuerte que aún parece tenernos conectadas a través de algo físico, de ese cordón de vida que tantos días nos hizo una.
Te miro y es como mirarme al espejo. No sé si son tus facciones, tu gesto, tu mirada,... Simplemente eres yo. Al dejar que mis emociones fluyan para transformarse en este escrito descubro sencillamente que es porque somos un solo ser. Somos una. Tú y yo.
Eres, hija mía, el gran regalo de la maternidad.
Tu concepción, tu gestación, tu nacimiento, no se han desviado de la perfección. Todo ha fluido, sereno y calmado.
Tu mágica concepción. Yo pedía cada instante a tu padre que no cerrásemos las puertas a un nuevo hijo en nuestra familia. Y tan solo cinco meses y medio después del nacimiento de tu hermoso hermano anidaste en mi vientre. La Felicidad llegó de nuevo cogida de tu mano.
Los insignificantes baches externos durante tu gestación fueron sólo eso, mínimas incomodidades creadas por el entorno.
Disfrutarte en nuestros pequeños instantes de intimidad dejando el agua correr por mi piel en las eternas duchas mientras posaba mis manos sobre tu cuerpo flotando dentro de mi, susurrando mi admiración y amor hacia tu fuerza y vida, magnífico. Ver crecer mi abdomen otorgándome la belleza admirable de una hembra gestante. Sentir tus dulces giros dentro de mi. Ummmm, cuanto me ha gustado llevarte en mis entrañas.
Tu nacimiento. PERFECTO. La magia, el alma de la vida inundó nuestra casa con el viaje que realizamos  ambas. No hay palabras que puedan otorgar a las emociones que viví una realidad sincera.
Y lo más increíble de todo, llevarte en mis brazos ahora. Tan juntas, tan conectadas.
Es tan maravilloso ser tu madre que no puedo mirar más allá de tu cabezita descancando sobre mi pecho.
Eres el perfume de vida, de teta, de cría. Hueles tan bien que guardaría este olor en un tarrito para conservarlo eternamente. Haría mil fotos al día a tus gestos y a tus miradas para retenerlas eternamente. Pero no es posible nada de eso.
Por eso, voy a disfrutar y exprimir cada segundo de nuestra vida juntas.

 

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