La vida en dulce.

 

Ser madre es lo mejor que me ha sucedido.

 

Estoy rodeada de juguetes que me hacen tropezar, libros infantiles que han acabado con las tapas rotas, muebles de salón redecorados con manchas de comida, fundas de sofá teñidas de rotulador.

Hace apenas cuatro años eso me hubiese desquiciado, me hubiese puesto los pelos de punta, nunca lo habría permitido, habría removido cielo y tierra hasta conseguir el orden y la limpieza exagerada que tanto me relajan.

Aquella Emma, ahora tan lejana...

He aprendido a convivir con mis defectos. Y soy FELIZ.

Entre el desorden y las manchas, me inundan de abrazos y besos que llegan de todas partes.

Vienen por detrás mientras estoy agachada y me rebañan a besos las orejas.

Vienen a hurtadillas con los más dulces de ellos mientras intento dormir por las mañanas.

Saltan sobre mis rodillas para estrujarme locamente.

Besos y abrazos de todos los sabores y formas.

Besos y abrazos que nacen del más puro AMOR.

 

Existen mil formas de amar y de ser amados. De todas las formas que yo he sentido, el amor de un niño hacia su madre es incomparable a ninguna otra.

Nada es este mundo es más intenso que esos sentimientos.

 

Tengo la grandiosa fortuna de tener tres maravillosos seres que me han otorgado el placer de su compañía. Esos tres seres increibles me regalan cada día sus miradas, sus caricias y sus palabras.

Poder acompañarlos en su camino me hace sentir exorbitante de gozo.

Las palabras perfectas para describir mi vida estos días es PAZ Y FELICIDAD.

¿Qué más se puede pedir?.

 

Mami.